La Conducta del Niño


La conducta del niño nos revela su desarrolla, ya que la conducta difícil se origina en uno de sus problemas, sea de orden físico, emocional o intelectual, lo que indica que el proceder del niño está íntimamente ligado al desarrollo del cuerpo, al de la inteligencia y a los hábitos que vaya adquiriendo para el control de la emoción.

En gran parte pues, la conducta del niño es el resultado del control sobre sus emociones. Dicho control no debe ser forzado por el adulto, porque la cohersión obra sólo externamente: impide las actitudes pero no modifica íntimamente. 

La verdadera educación comienza, por dentro, no reprime sino encauza las emociones del niño para que éste las manifieste en forma sana. De manera pues, que es tan pernicioso para la educación del niño permitirle que dé rienda suelta a su emoción, sin control ninguno, como inhibirla por completo. 

La meta será que aprenda a demostrar sus emociones en forma socializada que al mismo tiempo le permita satisfacer sus íntimas necesidades. Por ejemplo: frente a un estímulo que despierte su curiosidad, es tan malo permitirle que interrumpa la conversación de los mayores sin cortesía como no darle la respuesta que precisa. Se le enseñará a esperar un momento oportuno para explicarle lo solicitado.

La supresión forzada de los impulsos internos del niño, amarga su ánimo y le impide reaccionar noblemente, de allí que sea necesario disciplinar la emoción, no así impedirla. Aunque es más fácil obligar al niño para que obedezca pasivamente las órdenes de los adultos, es más educativo enseñarle reglas inteligentes de conducta para que se maneje por sí mismo siempre que sea posible.
Del encauce de la emoción mediante la temprana presentación de valores morales y estéticos depende la formación de los sentimientos de generosidad, morales, religiosos, en esos aspectos de la vida.

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