La madre tiene que inclinarse un poco hacia el lado de la mama con la cual ha de alimentar al niño, colocando a éste paralelo a ella y sosteniéndolo con el brazo del mismo lado sobre el cual está inclinada.
Con el índice y el pulgar de la otra mano, toma el seno, no demasiado cerca del pezón, y coloca este último en la boca del recién nacido. Habrá que tener cuidado de que el pecho no tape o comprima la nariz del niño, haciéndole difícil respirar.
En ese caso habrá que dejar la nariz al descubierto, comprimiendo la mama con los dedos en la zona que molesta al niño.
Antes de mamar y después de ello conviene lavar con agua hervida el pezón, la areola y algo de la piel que la rodea, cubriendo, entre las lactadas, el pezón con una gasa esterilizada.
Cuando la madre ya se levanta, le dará el pecho al niño sentada en una silla o un sillón, colocando el pie del lado en que se va a dar de mamar sobre un banquito o el travesaño de otra silla. Se atraviesa al niño sobre la falda de la madre, sosteniendo la parte superior del cuerpo del niño con el brazo del mismo lado donde se le da de mamar y ayudando, como explicamos anteriormente, con el índice y el pulgar de la mano libre para introducir el pezón en la boca del niño y también para impedir que el seno tape la nariz del bebé, dificultando su respiración.
Algunos especialistas sostienen que es mejor que el niño mame en posición vertical. Después de lactar, es conveniente colocar al bebé verticalmente golpeándole suavemente la espalda, con el fin de que despida el aire que ha tragado al mamar. Será así menos probable que tenga después regurgitaciones o vómitos.
El niño no debe “morder” el pezón, sino tomar la aréola, que por la succión se proyectará hacia adentro de la boca del niño. Si éste quiere morder habrá que sacarle cada vez el pezón, hasta que aprenda la manera correcta de mamar, pues en caso contrario puede lesionarlo.
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